Asia Occidental · geopolítica · guerra

Afganistán: USA se escabulle con nocturnidad y alevosía

Esta noche corrió el rumor de que las tropas estadounidenses habían abandonado la base militar de Bagram, icono de la ocupación estadounidense del país centroasiático desde 2001. A las siete de la mañana, hora local, el rumor había sido confirmado por los frustrados comandantes afganos, que se preguntaban «20 años y ni siquiera dejan una nota?»

En días anteriores los propios dirigentes de la organización fascista conocida como los Talibanes, se asombraban de su propio avance acelerado y afirmaban estar conteniéndose para no quebrar su propio acuerdo con Washington.

Recuerda a la desordenada retirada de Vietnam en los 70… pero con una gran diferencia: mientras que el Vietcong era generalmente considerada una fuerza de liberación socialista, los Talibanes no son sino el monstruo fascista que odia el arte, la música e incluso las cometas, que EE.UU. creó para combatir el socialismo en Asia Central.

Aunque la ignominiosa retirada sin duda tiene consecuencias de peso para el Imperio Atlántico de centralidad estadounidense (habrá que ver qué pasa con su muy cuestionada presencia en Iraq y Siria, con su fracasada guerra genocida en Yemen, con su insostenible colonia sionista en Palestina incluso y, desde luego, con la muy cuestionada lealtad del régimen fascista turco, sólo nominalmente ya miembro de la OTAN), no hay nada que celebrar: una ocupación semi-colonial indeseable se ve reemplazada por un régimen fascista cuyo terrorismo contra la mayoría de la población afgana (desde mujeres a niños pasando por hombres lampiños) es de sobra conocido y odiado.

El problema nunca fue la supuesta implicación de Al Qaeda en el ataque de falsa bandera de Septiembre 2001 contra Nueva York y Washington D.C. De hecho Al Qaeda (otra creación fascista de EE.UU. y su satélite saudí) no estuvo implicada, sólo fue acusada en falso para crear un pretexto para intentar establecer una cuña en Asia Central entre Rusia, China, India e Irán. Era la época en que billones de dólares desaparecían en el Pentágono, el apogeo delirante y extremadamente farsante del Complejo Militar-Industrial contra el que advirtió décadas antes el mismísimo General-Presidente Eisenhower, pero que los Nixon y Bush (y sus segundones persistentes: Cheney, Rumsfeld, etc.) elevaron al cielo de las fantasías imperiales más delirantes.

Pero como evidenciaba Pepe Escobar hace ya una década, mientras EE.UU. jugaba al ajedrez, un wargame muy violento, China en cambio jugaba al más refinado wéiqí (más conocido por su nombre japonés de go), juego en el que se busca el dominio territorial genérico y se tiende a evitar el combate directo, optando en cambio por una estrategia posicional y de influencia. Así poco a poco, China ha ido rodeando Afganistán, sobre todo a raíz del ascenso de Modi en India, cuya postura pro-Washington ha facilitado que Pakistán se deslice abiertamente hacia China, lo mismo que Tayikistán, donde China ya tiene una base militar a pesar de los recelos de Rusia. Y sin Pakistán ni Tayikistán, ni tampoco Irán por supuesto, no hay manera de mantener el control de Afganistán.

La duda es ahora a quién obedecen realmente los Talibanes. Antaño todo en el islamo-fascismo suní pasaba por Arabia Saudita, y por lo tanto obedecía a Washington, sin embargo desde el caos de Siria y la ruptura entre Saudíes y neo-Otomanistas de Erdogán en torno al Estado Islámico (DAESH), Qatar y otros conflictos más o menos soterrados o abiertos (Libia, Egipto mismo, África Occidental incluso), incluyendo el intento de golpe de estado de 2016 contra Erdogán, del que éste culpó a Washington (llegando incluso a cortar la luz en la base de Diyarbakir), la cosa no está tan clara. La confrontación entre Ankara y Riyad, que es también entre Ankara y París, tiene muchas ramificaciones en toda la región del «Gran Oriente Medio», desde Mali a Afganistán, ramificaciones que se entrecruzan (que si Teherán, que si Moscú, que si Grecia, que si Italia, que si Rabat, que si Tel Aviv, que si Addis Abeba incluso…) Más que bloques, que aún se pueden identificar en parte, es un laberinto multipolar y no está clara ya cuál puede ser la próxima jugada de un Washington que parece muy debilitado.

Serán entonces los Talibanes marionetas de China quizá a través de Pakistán o, por el contrario, el pacto implica que vuelven a ser marioneta de EE.UU. como lo fueron antaño? Gana Irán quizá? Es difícil de saber en este momento pero Pakistán parece nervioso, así que no está claro que los Talibanes le sirvan a pesar de sus vínculos históricos.

Surgirá una resistencia a los Talibán como la había hace veinte años? Es muy probable: es difícil imaginar que los pueblos de Afganistán, la mayoría de los cuales no simpatizan para nada con la interpretación pashtunista y fanática (el vocablo «patán» viene de ahí: una variante de pashtún) del fascismo talibán. Más difícil es imaginar quién les apoyará en una época en que todas las potencias son ideológicamente similares: ultra-capitalistas y reaccionarias, sobre todo en esa región.

Ya se irá descifrando. Es posible incluso que un Afganistán abandonado por EE.UU. se convierta en disputado hueso para las varians potencias que lo rodean, en este momento aún todas aliadas en torno a China. Quizás esa es la «jugada maestra» de Washington: abandonar un territorio sin valor directo para ellos para favorecer el conflicto entre las tres o cuatro potencias con proyección en la región? Al tiempo.

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